Ficha Técnica: DE PUNTA A PUNTA

 

Título  De punta a punta
Autor   Pedro Martínez Lapeña
Editorial   Soria Edita
Año 1ª edición  2012
Colección   Serie Nueva
Género   Narrativa
Idioma  Español
Encuadernación   Tapa blanda
Nº de páginas   241
Fotografías  No
Formato   21 x 14 cm
ISBN   978-84-938998-5-1
PVP   25,00 €

 

A cerca del autor: Pedro Martínez Lapeña

(Pincha sobre el nombre para acceder a la reseña biográfica).

A cerca del libro:

Un labrador de 100 años…

“Yo iba alegre tilín-tilán, un botijo palante y otro patrás, hasta que los muy puñeteros cambiaron el paso”. “Llegamos a Nepas con 70 km. en las alpargatas y sin música”. “El día de la sublevación franquista estaba en Viana con mis hermanos arrancando lentejas negras, que son muy buenas para el ganado vacuno”. “No os riáis, que es guerra de verdad”. “Y al día siguiente de nuestra boda, Julia a limpiar los cubiertos, mesas y sillas que nos habían dejado, y yo, a labrar”. “En cuanto el vado del Duero se puso cuesta arriba el buey Cacho se negó a tirar”. “De vez en cuando, Julia abría el libro y miraba tan contenta el billete de 100 pesetas guardado”.

Detrás de cada una de estas frases hay una historia, y son muchas las que podemos leer en estas memorias de un labrador de nuestra tierra, de Nepas, que nació al principio del siglo XX y está dispuesto en este 2012 a cumplir los 100 años.

Recorte de prensa – Fuente: abc.es

Un centenario repasa en un libro su vida

El soriano Pedro Martínez, que cumplirá 100 años el próximo 4 de diciembre, ha plasmado toda su experiencia vital en un libro, titulado «De punta a punta», una trayectoria marcada por su oficio y vocación de labrador en su pueblo natal de Nepas, en la comarca adnamantina.

Pedro Martínez es de los pocos centenarios que hay en el mundo que pueden decir -y presumir- que han visto publicado en un libro sus memorias, sus experiencias de un siglo de intensa vida.

La editorial local Soria Edita ha presentado hoy en el Casino del Círculo Amistad Numancia las memorias de este hombre nacido el 4 de diciembre de 1912 y que, en el acto, ha estado acompañado de su esposa Julia Muñoz, de 98 años, y uno de sus hijos, Jaime Martínez Muñoz, quien ha oficiado de portavoz.

El autor le dijo cuando tenía cerca de 90 años a su hijo Jaime que quería escribir sus memorias y, de su puño y letra, se puso a escribir quinientos folios, que han dado para 350 páginas de un libro donde hay tiempo para hablar desde los hombres del campo, la escuela de su infancia y su afición por la bandurria, hasta su vivencia de la Guerra Civil, en la que estuvo destinado en Intendencia en el frente de Aragón.

«Estuvo a punto de llevar un tercer hermano a la guerra pero entonces en el bando de Franco se había dictaminado que si acudían tres hermanos, la familia tenía derecho a que no fuera uno de ellos», ha recordado hoy a Efe su hijo.

Pedro, que se aficionó a la lectura de pequeño, ha tenido siempre facilidad para componer ripios y, en 1947, hizo de apuntador en una representación teatral en su Nepas natal, tras aprenderse la obra de memoria.

«En los últimos años, el bibliobús de la Diputación provincial paraba en la puerta de su casa y allí cogía libros, en especial las novelas de Delibes; ¡que se ha leído todas!», ha apuntado su hijo.

Hijo, nieto y bisnieto de labradores, Pedro fue a la escuela hasta los catorce años y estuvo otros cuarenta labrando con bueyes y mulas.

Con solo siete años ya condujo un rebaño de ovejas por medio del término municipal, y a los 12 años hizo todo el acarreo del verano.

Después de la Guerra Civil emigró a trabajar a Barcelona, en una fábrica de ballestas, pero a los dos años se volvió a su tierra soriana, donde se casó y echó más raíces de las que ya tenía.

«Era un trabajo muy repetitivo y prefería el trabajo de labrador, más esclavo y duro pero más libre. Dice en las memorias que para ser obrero hay que mamarlo, como sucede con los labradores», ha señalado el propio Pedro.

En el libro también recuerda cuando fue juez de paz durante muchos años y presidente de la Hermandad de Labradores, desde la que impulsó la concentración parcelaria en la comarca adnamantina, un salto cualitativo en la agricultura de secano.

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